Inflación y débil crecimiento, los tropiezos de Brasil en 2014
El gigante sudamericano y mayor socio de nuestro país, registró un costo de vida en 2013 al tope de la meta de 6,5%. Y su economía, en el mejor de los casos, logró un magro 2 ó 2,4%. Las perspectivas.
La economía brasileña tuvo tropiezos en 2013 y muestra puntos vulnerables para este año. El factor que más citan los economistas, y que es una preocupación del gobierno de Dilma Rousseff, es el proceso inflacionario. Diciembre reveló una suba anual de 5,91%, próxima del techo (6,5%) fijado por las autoridades económicas. Pero hay otro registro negativo, según subrayan economistas tanto de la oposición como afines al oficialismo. Se trata del bajo crecimiento, que será del orden de 2,4%. Son datos que impactarán en Argentina. Brasil es el principal socio comercial de nuestro país.
Los especialistas, y agencias internacionales de riesgo, añaden al relato un alto déficit en cuenta corriente (de 3,57% del PBI) y un deterioro de la situación fiscal. El miércoles último el Banco Central cifró el déficit de 2014 (la diferencia entre los recursos recibidos del exterior y los remesados hacia afuera) en 78.000 millones de dólares. Sumadas, todas estas circunstancias serían un indicador de la “vulnerabilidad” de Brasil. Sin embargo, ni los más acérrimos adversarios de la presidenta Rousseff apuestan a que haya una catástrofe, con descontrol de algunas o todas las variables.
Muchos afirman que en verdad, y a pesar de esos números, la economía brasileña ya pasó por su peor momento en el segundo semestre del último año. Concuerdan con que este año tendrá un crecimiento todavía bajo, en términos porcentuales, pero con tendencias a un avance, en parte porque según se analiza hay una “moderada mejora” de la economía global. Lo cierto es que se verifica una situación confortable en materia de empleo, con una tasa de desocupación de 7% y las empresas operan en el límite de su capacidad. Es desde ese lugar donde muchos prevén que Dilma podrá ser reelecta en octubre próximo. A menos, claro, que estalle antes de los comicios lo que el ex ministro Delfim Netto definió como la “tempestad perfecta”, es decir una devaluación brusca del real frente al dólar, y la consecuente inestabilidad y aceleración inflacionaria.
El gobierno ha demostrado una gran cautela y, como afirmó el profesor José Luis Oreiro (ver pugna 21), “mantiene la racionalidad” en las políticas fiscales y monetarias. De hecho, el viernes a última hora el ministro de Hacienda Guido Mantega informó que el gobierno había elevado el superávit primario (los ingresos menos los gastos, sin deducir los pagos de la deuda).“Quería comenzar el año dando buenas noticias desde el punto de vista fiscal” subrayó el funcionario. Es cierto que el dato positivo se vio empañado por un informe del día anterior: el saldo de la balanza comercial del país fue positiva en apenas US$ 2.561 millones en 2013 frente a los casi US$ 20.000 millones de 2012.
Francisco “Chico” Lopes, economista que fue titular del Banco Central en los primeros meses de 1999, y que le tocó conducir el momento más crítico del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, cuándo se produjo la devaluación del real, afirma que la posición fiscal brasileña es “muy confortable”, comparada con otros países. Y reafirma con énfasis: “Todo el mundo sabe eso”. En su opinión, el nivel de endeudamiento en relación al PNI tampoco es preocupante: “La deuda bruta en relación al PBI es de 60%, pero 20% está bancada con reservas. En otros lugares, suele ser de 90 y hasta de 100 por ciento”. Lo que el ex banquero consideró esencial es la “política de tasas de interés”. Analizó como “justa” la estrategia de bajar los intereses para introducir una devaluación consistente del real. “Eso tuvo un costo inflacionario pero fue hecho dentro de ciertos parámetros”, juzgó. Ahora entiende que los nuevos ajustes de la tasa de interés, que subió 0,5% para ubicarse en 10,5% la semana pasada, “solo se justifica como medida transitoria de control de la inflación. Pero no como algo permanente, porque Brasil se transformaría en una economía de rentistas”.
Para el economista Oreiro, uno de los problemas del equipo económico brasileño es que “se basa en las reservas internacionales para detener una súbita devaluación”. En su visión, los US$ 375.000 millones de reservas, son dinero prestado.
“Se deben a la inversión realizada por los extranjeros, al comprar activos en reales. En el momento en que ellos quieran ese dinero de vuelta, tendremos que pagar”.
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